El apego seguro primario es un amortiguador del posible malestar del futuro tanto en la infancia como el las etapas posteriores. Pero no todos hemos tenido la suerte de tener una familia que proporcionara este apego seguro, bien por desconocimiento, no disponibilidad, desestructuración en la familia o que de las emociones no se habla…etc.

Existen diferentes tipos de apego ampliamente estudiados, el seguro del que te hablaba antes, el ansioso- ambivalente, el distanciante-evitativo y el desorganizado (que tiene un poco de todo). Cuando hemos sido criados en alguno de estos apegos inseguros podemos presentar dificultades en la relaciones interpersonales, bien porque nos genera angustia o porque nos cuesta confiar y profundizar en la misma (antes de que me dañen huyo). Como el apego es la tierra donde crecemos el como desarrollamos nuestra forma de ser, actuar y relacionarnos va a estar mediatizada por el tipo de apego primario que tengamos. Puede que mucho de lo que te genera insatisfacción esté en esta base, pero hay solución. Gracias a nuestro cerebro neuroplástico podemos, con trabajo terapéutico, integrar el apego seguro adquirido.

Al mismo tiempo, experiencias tempranas adversas en la infancia, que ahora son reinterpretadas y normalizadas, puede que nos generaran trauma. Entendiendo trauma como aquella experiencia que no pudo ser procesada y quedó registrada con creencias sobre ti misma/o, los demás y el mundo de una forma disfuncional. Un ejemplo sería “no se puede confiar en la gente” o “las cosas hay que hacerlas perfectas o sino no se hacen” entre múltiples ejemplos que podríamos poner. Diferenciamos, a la hora de hablar de trauma, en los Traumas (que son aquellos en los que nuestro cerebro interpreta que nuestra vida está en peligro) y traumas, pequeñas experiencia que si se dan de forma continuada generan este tipo de creencias antes mencionadas.